Igualdad, acciones reales de la mano de comunidades y trabajo a ras de tierra, exigencia a presidentes antes de la Cumbre

Una mujer indígena, un policía, un defensor del medio ambiente y un joven migrante cuentan sus historias y hablan de la inclusión, de la seguridad, de la preservación de la naturaleza y de la migración, temas cruciales de la reunión que comienza este lunes, por primera vez en la CDMX.

Por primera vez desde su fundación en 2005, la Cumbre de Líderes de América del Norte, en la cual participan el primer ministro canadiense Justin Trudeau y los presidentes de Estados Unidos y nuestro país, tendrá como sede la Ciudad de México. Será la primera visita de Joe Biden, ya como mandatario, a la capital mexicana…

El objetivo de la reunión es la coordinación de los tres países en asuntos prioritarios para la región. Esta vez se agendaron como temas principales: migración, seguridad, medio ambiente, equidad e inclusión, aunque también se tocarán asuntos relacionados con salud y competitividad.

Crónica eligió cuatro voces vinculadas a estos tópicos. No se trata de afamados especialistas en encuentros internacionales, sino personas de la comunidad: un joven migrante, un policía, un ambientalista y una indígena. Desde el primer eslabón de la cadena, reflexiones humanas sobre sus inquietudes en cada ámbito; más deseos y menos papel, más corazonadas y menos discursos, más realidad y menos protocolo…

Medio ambiente: “talar un árbol, como si me cortaran un brazo”

Me llamo Ismael Bello Cervantes y tengo 31 años, soy de la comunidad de San Pedro Tlalcuapan, en Tlaxcala, a las faldas de La Malinche. Mi familia siempre se ha dedicado al maíz; me gusta cultivar, pero mi pasión es la defensa de la montaña y del bosque, y la música, porque soy mariachi. Estudié turismo en la Autónoma de Puebla y ahí me di cuenta que la actividad turística puede ser el peor invento del hombre si se basa en la explotación de recursos naturales y de personas, en el despojo de territorios y devastación del campo. Por eso conformé mi propio modelo de turismo, basado en el respeto al medio ambiente. Invitamos a familias de otros lados a nuestra comunidad y les enseñamos nuestro diario vivir: sembrar, desgranar, que vean el trabajo detrás de una tortilla, el cuidado del maguey y la producción de pulque.

La montaña es nuestra madre, no un espacio para explotar recursos, como la ven empresas y políticos. La montaña nos ha dado todo por miles de años: agua, alimento, cobijo. Eso me gustaría que supieran los presidentes, el significado que tiene la naturaleza para los pueblos, no como instrumento económico sino como generación de vida; pedirles que privilegien la preservación de especies. Hemos perdido el 85 por ciento de nuestro bosque por el gusano descortezador, que se incrementó por el aumento de temperatura y cambio climático. Cuando llega la plaga no hay otro remedio que derribar árboles. Lo reportamos al gobierno cuando había apenas tres hectáreas afectadas, pudimos aprovechar esa madera para obras comunitarias, pero no nos hicieron caso, y ahora hay más de 5 mil hectáreas dañadas en la montaña. El gobierno estatal reaccionó muy tarde y terminó dándole entrada a empresas foráneas dedicadas a la explotación de madera. Puro negocio y, cuando protestamos, han respondido con intimidaciones.

A los visitantes los llevamos a zonas sanas y devastadas, para que vean que la tala es como si nos cortaran un brazo, es vida y agua que ya no tendremos; les explicamos la importancia de manantiales y jagüeyes: de ellos vivimos muchos años, el agua es sagrada y por eso le hacemos sus rituales. Los presidentes no deben usar la sustentabilidad como moda discursiva sino diseñar acciones reales de la mano de comunidades, porque llegan con técnicos que no entienden nuestra forma de vida y organización y acaban con el bosque. Quién mejor para cuidar el medio que quienes por décadas han vivido en la montaña, no somos ignorantes, también hemos estudiado.