Brady Corbet, el actor de culto que conquistó Venecia como director

Brady Corbet tiene solo 36 años y este sábado se convirtió en el Mejor Director del 81 Festival de Venecia. Su película, The Brutalist ha asombrado a la crítica y revelado a un joven director hasta hace poco conocido esencialmente por su carrera de actor en películas de culto.

Brady Corbet, León de Plata a la Mejor Dirección de la Mostra, ha sido la gran sorpresa de este festival con su propuesta The Brutalist, ovacionada en su estreno el pasado 1 de septiembre.

La película cuenta la historia de un arquitecto judío, László Tóth, interpretado por Adrien Brody, huido a Estados Unidos desde una Hungría en posguerra en 1947. Pese a vivir en la pobreza a su llegada, el encuentro con un millonario (Guy Pearce) en los años dorados del país y un contrato cambiarán su vida para siempre.

Tóth llevará consigo sus ideas vanguardistas adquiridas en la Bauhaus y con sus construcciones en frío hormigón introducirá una nueva modernidad a la capital del imperio.

Pero su nueva realidad no es tan sólida como cabría esperar. La dificultad de integrarse a sus costumbres, la hipocresía de sus mecenas, el ansia por el dinero y hasta las drogas empezarán a hacer mella en él, mientras al otro lado del mundo surge una nueva tierra prometida para gente como él, el Estado de Israel.

La historia generó debate por sus eventuales capas y metáforas. Por ejemplo el nombre de su protagonista coincide con el de un húngaro que en 1972 dañó a martillazos la Piedad de Miguel Ángel del Vaticano aunque Corbet aseguró que la elección era casual.

“Es la historia de un hombre que escapa del fascismo para tener que afrontar el capitalismo”, resumió, críptico.

El cineasta explicó que había trabajado en esta producción en los últimos diez años y llegó a emocionarse al agradecer a Venecia su apoyo cuando, dijo, “nadie” había confiado en su proyecto.

The Brutalist es una película monumental: dura tres horas y cuarenta minutos, lo que obligó a introducir una pausa en medio, y ha sido grabada en 70 milímetros con el sistema Vistavisión, inventado por la Paramount en la década de 1950.

Eso obligó al equipo a cargar a Venecia la película enrollada en 26 bobinas de celuloide que pesaban 130 kilogramos, poniendo a prueba a los técnicos del proyector de cine.