Muros de 500 años y un pasado inolvidable: las haciendas del centro de México

Ciudad de México.- Hace años, la mayoría de esos inmuebles estaban en ruinas. Sus muros de piedra, arcos en las entradas y acueductos se alzaban por encima de los maizales y rancherías, sus paredes de adobe estaban destruidas, la maleza crecida y borrados sus pisos de talavera.

Muchas de esas haciendas fueron decomisadas o destruidas durante la Revolución Mexicana en 1910, que buscaba desmantelar el sistema de plantaciones en las que los nativos mexicanos soportaron un trabajo en condiciones inhumanas.

Con las reformas agrarias que les siguieron, las tierras de cultivo de las haciendas fueron distribuidas y sus casas palaciegas abandonadas.

Décadas después de la Revolución, algunas de esas propiedades, incluyendo la Hacienda de Vista Hermosa, fundada en 1528, empezaron a ser repensadas como destinos turísticos, aunque muchas no fueron restauradas hasta después, habiendo tenido un boom en los años 1990 y 2000.

Encontrarlas no es difícil: el estado de Morelos es publicitado por el gobierno local como la Ruta de las Haciendas.

La Asociación de Dueños de Ex Haciendas mantiene una amplia lista de 2 mil 500 o más ex haciendas — en varios estados de reparación — en todo el país.

La Hacienda Vista Hermosa, que se encuentra en Anenecuilco, a menos de una hora al sur de Cuernavaca, la capital de Morelos, tiene unos formidables muros de piedra y un patio empedrado bordeado por palmas y cactus.

Fue construida alrededor de un acueducto con arcos de piedra, una enorme piscina está rodeada de estatuas, fuentes y bugambilias fucsia.

La hacienda, convertida en un lujoso hotel, cuenta con 100 habitaciones con precios que empiezan en los 1 mil 400 pesos.

Tiene unos enormes jardines con árboles de ceiba, establos, un terreno agrícola, una capilla llena de fieles, un ruedo para corridas de toros y carruajes que eran tirados por caballos.

Cada rincón muestra un vistazo de la historia de México.


La mayoría de las haciendas operan principalmente como hoteles, aunque casi todas tienen restaurantes y otras atracciones, incluyendo spas, campos de golf, paseos a caballo y hasta globos aerostáticos, así como museos destinados a las tradiciones regionales, como el Museo del Pulque en la Hacienda Soltepec en Tlaxcala.

En un poblado de Cuernavaca, disfrutamos de una comida popular — crepas en salsa de chile poblano, pancakes, fruta fresca en La Distral, el restaurante de la Hacienda San Antonio El Puente.

Allí, el acueducto se utiliza como una pared que divide las secciones del patio de este elegante restaurante. Enfrente, hay un largo lago, un elegante jardín y una fuente.

Cerca de allí está la Ex Hacienda de Temixco y Parque Acuático y el Hotel y Spa Hacienda de Cortés.

En general, la comida en las haciendas es menos emocionante que las partes que las rodean. Mi hacienda restaurante favorito, tan sólo por su atmósfera, es una que está situada al sur de la Ciudad de México, la Antigua Hacienda de Tlalpan.

Allí, el comedor está lleno de gabinetes con antigüedades, meseros que visten traje y sirven platillos tradicionales como mole poblano y pato en pipían, bajo un techo de cristal y algunos músicos compiten con el ruido de las fuentes y los gritos de los pavorreales.

Esta ha sido una ilustración de lo que me atrae de las haciendas, su increíble belleza, que resalta desde la oscuridad y la capacidad que han tenido esos lugares de transformarse una y otra vez.