
Muchos líderes latinoamericanos han quedado en silencio o han respondido con cautela a los planes del presidente Donald Trump de deportar a un gran número de personas inmigrantes, pero un pequeño país centroamericano ha adoptado una postura más firme.
Después de que Trump firmara órdenes ejecutivas dirigidas a sellar la frontera sur de Estados Unidos, expulsar a migrantes y recortar la ayuda exterior, funcionarios hondureños dijeron que esas medidas podrían acercar a su país a China, aunque Trump haya criticado los avances de China en América Latina.
Enrique Reina, secretario de Relaciones Exteriores de Honduras, dijo en una entrevista televisiva esta semana que, aunque Estados Unidos proporciona a su país una ayuda importante, Honduras se había acercado cada vez más a otros países, entre ellos China.
A principios de este año, la presidenta Xiomara Castro también advirtió que podría expulsar al ejército estadounidense de una gran base aérea hondureña donde ha operado durante décadas si el gobierno de Trump realizaba deportaciones generalizadas.
Honduras, como otros países de América Latina, ha tenido que responder a las amenazas de Trump en ausencia de información concreta, porque hasta ahora el gobierno estadounidense ha compartido pocos detalles sobre sus planes de deportación.
Sin embargo, al promocionar sus vínculos con China, las autoridades hondureñas se están desmarcando de otros dirigentes regionales, que últimamente se han apresurado a distanciarse de Pekín en un aparente esfuerzo por tranquilizar a Trump sobre la influencia de China en la región.
La semana pasada, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, reafirmó que China no controlaba el canal de Panamá, como ha afirmado Trump en repetidas ocasiones. Y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, dijo que su gobierno reduciría su dependencia de ciertos productos chinos trasladando su producción a México.