Con ustedes, la estrella de este festival navideño en México: el rábano

Visitantes de México y de todo el mundo hicieron fila durante horas para ver un espectáculo que la ciudad de Oaxaca celebra desde hace más de 120 años.

¿La atracción? Los rábanos.

Cada 23 de diciembre, esta ciudad del sur de México, elogiada por su vibrante cultura, gastronomía e historia, se paraliza por una sencilla verdura que suele servirse en sopas, ensaladas y encima de tacos.

Pero en vez de comerla, la gente se reúne para el concurso anual conocido como la Noche de Rábanos, donde los vecinos transforman esta hortaliza en extravagantes obras de arte.

Este año hubo pesebres, paisajes del Día de Muertos, representaciones de la mitología indígena y mucho más.

“Se me hace muy divertido el material”, dijo María de los Ángeles Aragón García, de 21 años y estudiante local de artes visuales que compitió por primera vez con dos amigos. “Me hizo recordar a mi infancia cuando te decían, ‘No juegues con la comida.’ Aquí te dicen, ‘Esculpe algo con la comida.’”

México rebosa de tradiciones vibrantes, pero pocas son tan encantadoras como esta de Oaxaca. Lo que empezó con vendedores locales decorando sus puestos de pescado y verduras en un mercado navideño en el centro de la ciudad evolucionó hasta convertirse en un concurso en 1897. El rábano se convirtió en el medio oficial porque era abundante y fácil de moldear.

“Es parte de nuestra idiosincrasia y de nuestra realidad económica”, dijo Francisco Martínez Neri, presidente municipal de Oaxaca. “Los pueblos hacen artesanía o cantos o poesía con lo que tienen”.

Aunque Oaxaca ha pasado de ser un pueblo agrícola a una ciudad con una población metropolitana de 800.000 personas, sus habitantes han mantenido viva la costumbre. Un decreto estatal protege el evento anual, y el municipio proporciona los rábanos —12 toneladas este año— de manera gratuita para los participantes.

Hay dos variedades de rábanos, una de los cuales puede llegar a pesar tres kilos (no, no se deben comer, según los responsables municipales, debido a los insecticidas y el agua tratada que se utilizan para cultivarlos).

Algunas familias oaxaqueñas llevan décadas compitiendo, transmitiendo el oficio y sus trucos de talla de una generación a otra.