Cuando los papeles se invierten: 4 jóvenes que ayudan económicamente a sus padres

Hace cinco años, Sian-Pierre Regis, que en ese entonces tenía 35 años, dio la bienvenida a sus nuevos compañeros de piso en su apartamento de Manhattan. Se trataba de Sam Moll, su novio de 30, con quien salía desde hacía dos años, y la madre de Regis, Rebecca Danigelis, de 78 años. “Parece un programa de comedia: dos hombres gays y una madre en un pequeño apartamento rentado en Nueva York”, dijo Regis. “Parecía un experimento estrafalario”.

Aprovecharon al máximo su reducido espacio: construían casitas de jengibre juntos en Navidad y compartían “altibajos” todos los viernes a la hora de cenar. Pero, para Danigelis, encontrarse con los platos sucios de su hijo en el fregadero y dormir en una habitación de invitados sin ventanas no era exactamente como había imaginado sus años dorados.

En realidad, el acuerdo surgió por necesidad, tras ser despedida de su trabajo de muchos años como ama de llaves de un hotel de Boston y no poder pagar el alquiler.

“Jamás imaginé estar en esa situación”, dijo. “Me había dejado la piel trabajando toda la vida”.

Por ese entonces, Regis tampoco conocía a nadie en su situación. “Ninguno de mis amigos tenía padres que vivieran con ellos”, dijo. Eso cambió después de que él y su madre compartieran su experiencia en un artículo de The New York Times sobre jóvenes adultos que mantenían económicamente a sus padres, publicado en mayo de 2020.

En los años transcurridos desde entonces, esos jóvenes adultos se han solidarizado con otros que están en el mismo barco: personas de entre 20, 30 y 40 años que ayudan a sus padres con dinero, vivienda o ambas cosas. Como dijo Regis: “Me abrió conversaciones con personas de mi edad que me hicieron darme cuenta de que estaba mucho menos solo en mis responsabilidades de lo que pensaba”.

Pronto tendrá aún más compañía, sobre todo si la economía empeora y disminuyen los servicios sociales. Una encuesta realizada en 2024 por la AARP (anteriormente la Asociación Estadounidense de Personas Jubiladas, por su sigla en inglés) reveló que el 20 por ciento de los encuestados mayores de 50 años no tenía ningún ahorro para la jubilación, y más de la mitad dijo que no podría mantenerse cuando ya no pudiera trabajar. Sus hijos adultos podrían ser necesarios para cubrir las carencias, ya sea que lo sepan o no.

Ahora, media década después de la publicación del artículo, el Times ha hecho un seguimiento de quienes participaron en él para ver cómo les va.

Estar presente de formas inesperadas

Regis, quien es cineasta, no se limitó a acoger a su madre bajo su techo: también la integró en su vida profesional. Está creando un pódcast, Raising Adults, sobre la experiencia de “el llamado a ser padre de un padre”, como él dice.

“Muchos nos encontramos en un punto en el que necesitamos estar presentes para nuestros padres de formas que no habíamos previsto”, dijo.

La visión estadounidense de la vida multigeneracional ha cambiado desde la pandemia. La cobertura informativa sobre el tema estuvo dominada por titulares sobre adultos veinteañeros y treintañeros que volvían a vivir con sus padres, pero el “efecto boomerang inverso” —padres mayores que se van a vivir con sus hijos adultos— también se ha hecho más común.

En 2021, el 15 por ciento de los hogares multigeneracionales estaban liderados por un adulto de entre 25 y 34 años que tenía un progenitor o pariente mayor viviendo con ellos, un notable aumento respecto al año anterior, según informes del Centro de Investigación Pew. Muchos de estos acuerdos eran temporales, pero reflejaban una tendencia más constante: otro análisis del Pew descubrió que los estadounidenses mayores tenían muchas más probabilidades de vivir con sus hijos adultos en la última década que en la década de 1990.

Además de alojar a sus padres, muchos adultos jóvenes —sobre todo los que ahora están en sus 30 y 40— les prestan apoyo físico y económico, dijo Rodney Harrell, vicepresidente del Instituto de Políticas Públicas de la AARP.

“El número de milénials que cuidan de un familiar mayor seguirá aumentando a medida que envejezca nuestra población”, añadió Harrell. Otra encuesta de la AARP reveló que la mayoría de los adultos que cuidaban de uno de sus padres incurrían en gastos de su propio bolsillo para hacerlo, además de contribuir con su propio trabajo no remunerado.

Una visita se vuelve permanente

La falta de ahorros para la jubilación de los estadounidenses mayores puede parecer una crisis que avanza lentamente, y para muchas familias lo será. Pero para Dulcinea Myers-Newcomb, una agente inmobiliaria que ahora tiene 50 años, cuidar de su padre hasta su muerte en 2023 fue una carga económica menor de lo que temía, sobre todo una vez que tuvo acceso a los servicios estatales de atención a mayores.

“Recuerdo que una vez vi una noticia sobre la ‘generación sándwich’ —personas que cuidan de hijos pequeños y padres mayores al mismo tiempo— y pensé: ‘Bueno, eso parece terrible’”, recuerda. “Y entonces me pasó a mí, y ahora le pasa a montones de personas que conozco”.

El padre de Myers-Newcomb llegó a visitar a su familia en Portland, Oregón, en 2017 con un par de maletas y anunció que se quedaría indefinidamente. Su anterior vivienda, de alquiler, se había cancelado, y no tenía ahorros; sus ingresos, limitados a los cheques del Seguro Social y a un fondo público de jubilación, sumaban unos 700 dólares mensuales.

Dulcinea Myers-Newcomb y su marido gastaron 8500 dólares en honorarios de abogados para ayudar a su padre a acceder a Medicaid. Dijo que el costo había valido la pena.Credit...Celeste Noche para The New York Times
Dulcinea Myers-Newcomb y su marido gastaron 8500 dólares en honorarios de abogados para ayudar a su padre a acceder a Medicaid. Dijo que el costo había valido la pena.Credit…Celeste Noche para The New York Times

Meyers-Newcomb y su marido criaban a sus dos hijos y aún pagaban sus propios préstamos estudiantiles; no tenían dinero ni espacio de sobra.

“Tuvimos que pensar fuera de la caja, literalmente, en términos de vivienda”, dijo.

Pidieron una línea de crédito hipotecario y la utilizaron para construir una pequeña estructura, conocida como unidad de vivienda accesoria o ADU por su sigla en inglés, en su patio trasero. Su padre vivió allí hasta que se trasladó a un centro de atención a la memoria poco antes de morir. Hace poco empezaron a alquilarla a un inquilino.

Gestionar la atención de salud de su padre, sobre todo después de que le diagnosticaran alzhéimer en 2021, fue todo un reto, dijo Myers-Newcomb.

Al principio, ella y su marido intentaron cuidar ellos mismos de su padre mientras trabajaban desde casa. “Pero llegó un momento en el que nos quitaba todas nuestras horas de vigilia asegurarnos de que tuviera sus medicamentos, sus comidas, sus duchas, todo”, dijo.

Cuando quedó claro que necesitaban ayuda profesional, encontró a un abogado que ayudó a su padre a solicitar Medicaid, que cubría casi todos sus gastos de atención, incluido un programa estatal que ofrecía ayuda a domicilio y, finalmente, un centro con supervisión las 24 horas.

Los gastos legales ascendieron a unos 8500 dólares, dijo Myers-Newcomb, pero valieron la pena.

“Los cuidados de mi padre habrían ascendido a más de 10.000 dólares al mes, pero con la ayuda del abogado acabaron en 711 dólares al mes”, dijo. “Me siento muy afortunada de haber podido encontrar a las personas adecuadas que podían ayudarnos. De lo contrario, no sé qué habríamos hecho”.

Ahora, muchos de sus amigos le hacen consultas sobre sus padres, y ella se alegra de poder orientarles en la dirección correcta.

“En última instancia, estoy muy contenta de haber podido pasar esos años con mi padre, y de criar a mis hijos en un hogar donde cuidábamos a un anciano”, dijo. “También me alegra ser un recurso para otros que hacen lo mismo”.

Crear un ‘fondo para papá’

La incertidumbre sobre los gastos futuros —y cuándo podrían surgir— es uno de los mayores factores de estrés para los adultos que saben que sus padres dependen (o dependerán) económicamente de ellos.

Athena Valentine Lent, escritora independiente y autora de Budgeting for Dummies, creó un “fondo para papá” hace más de cinco años; hoy le faltan unos cientos de dólares para alcanzar su objetivo de 5000 dólares. Mientras tanto, su padre, que tiene casi 60 años, ha sufrido dos derrames cerebrales y se ha jubilado de su trabajo en Walmart con muy pocos ahorros, dijo.

Vive con su novia y aún no necesita la ayuda económica de Lent. “Pero estoy preparada para que eso cambie en cualquier momento”, dijo. “Podría ser dentro de cinco años, o podría ser mañana. He preparado a mi prometido para que mi padre aparezca con un perro y unas cajas y no se vaya nunca”.

Lent, de 39 años, vive en Phoenix, a unas tres horas en coche de su padre. “Si llamara y dijera: ‘Te necesito’, podría subirme al coche y estar allí enseguida”, dijo. Eligió una casa tipo rancho por si él se mudaba con poca antelación.

“Sé que las escaleras serían un problema para él, y nuestra casa tiene un estudio que podríamos convertir en su habitación”, dijo.

Ella y su prometido planeaban casarse el año pasado con un gran evento, pero decidieron cancelar esos planes y tener una boda sencilla. “Pensamos que sería mejor tener un colchón financiero que una ceremonia”, dijo.

A pesar de todo el esfuerzo que dedica a hacer planes para su padre, o quizá debido a eso, Lent describe su relación como “complicada”. A ella le preocupa que él no controle su diabetes o no tome su medicación con regularidad, y no parece tomarse en serio sus preocupaciones, un punto de discordia entre ellos, sobre todo porque ella tendrá que asumir las consecuencias. “En mi comunidad, como hija latina, se espera que lo cuide”, dijo.

Una forma de sobrellevar la ansiedad de saber que algún día él será su responsabilidad es la terapia. “Siempre les digo a las personas que están en mi situación que busquen un buen terapeuta”, dijo Lent. “Puede ser muy tabú con la gente de color, y por eso soy muy abierta al respecto”.

El dinero ‘no era lo principal’

Aunque es difícil pensar en el fallecimiento de uno de los padres, debe formar parte del plan financiero de todos, dijo Georgia Lee Hussey, planificadora financiera titulada de Portland.

“Hoy en día, la mayoría de mis clientes tienen a uno de sus padres vinculado a sus finanzas de un modo u otro, y siempre pregunto por eso cuando trabajo con alguien nuevo”, dijo.

La mayoría de los clientes se sienten aliviados cuando ella saca el tema. “Antes, la mayoría de las familias de clase media o acomodadas no tenían que preocuparse por sus parientes mayores, mientras que ahora es una preocupación cada vez más generalizada”, dijo. “Debido a que las redes de seguridad social como el Seguro Social, los beneficios SNAP, Medicaid y Medicare están en peligro, las personas mayores son mucho más vulnerables, ya sea que lo sepan —o lo admitan— o no”.

Sea cual sea la situación de sus clientes, Hussey les anima a que averigüen los planes de jubilación de sus padres.

“Si parece que tus padres se resisten a hablar del tema, soy partidaria de inventar un ‘amigo’ que lo esté pasando mal y utilizarlo como vía de entrada”, dijo. “Por ejemplo: ‘Tengo una amiga cuyos padres no pudieron encontrar la vivienda de apoyo que necesitaban, y vi lo duro que fue para toda la familia. Quiero asegurarme de que evitamos eso. ¿Deberíamos investigar sus opciones?’”.

En el mejor de los casos, tus padres podrían estar mejor de lo que crees. Ka Po Lam, analista de tesorería en un banco de Nueva York, ha contribuido a las finanzas de su familia desde que trabajaba en McDonald’s cuando era adolescente. Cuando tenía poco más de 20 años, se esperaba que enviara a casa 800 dólares al mes, una parte importante de su sueldo de principiante en Wall Street. Pero él no lo cuestionaba; en todo caso, era significativo que su familia pudiera contar con él.

Hace unos meses, Lam, de 33 años, viajó con su familia de vuelta a Hong Kong, donde nació. “Cuando mis padres estaban con sus antiguos amigos, hablaban con más franqueza de lo que lo hacían normalmente conmigo y mis hermanos”, dijo.

Escuchar sus conversaciones le hizo darse cuenta de que sus aportaciones económicas podían tener más que ver con los principios de sus padres que con sus necesidades.

“Me di cuenta de que el dinero no era lo más importante”, dijo. “Se trataba más bien de crear un hábito en el que no gastara todo mi dinero: tenía que ahorrarlo, apartarlo, vivir por debajo de mis posibilidades. Ahora tengo claro que mis padres han ahorrado toda su vida. Obviamente, estaría dispuesto a ayudarlos más si lo necesitaran, pero no creo que sea así”.

Ahora su sueldo es mayor que al principio de su carrera, por lo que enviar dinero a casa de sus padres supone menos dificultades. “Como mi sueldo ha aumentado, también he ahorrado más”, dijo. “Al recordar lo que hicieron mis padres, ahora lo aprecio mucho. Quizá ponga en práctica una estrategia similar si tengo hijos propios”.

Pagar dos apartamentos

Danigelis ahora tiene su propio apartamento, y Regis le paga el alquiler.Credit...Karsten Moran para The New York Times
Danigelis ahora tiene su propio apartamento, y Regis le paga el alquiler.Credit…Karsten Moran para The New York Times

Regis, que ahora tiene 40 años, afirma que cuidar de su madre le ha reportado beneficios inesperados. Él y Danigelis, que ahora tiene 84 años, han unido fuerzas para convertirse en activistas: dan charlas juntos en los colegios y trabajan con los políticos para combatir las políticas de contratación discriminatorias por razón de edad.

Más recientemente, se han convertido en vecinos en lugar de compañeros de piso. Después de que el casero de Regis en Manhattan subiera el alquiler, les resultó más asequible encontrar apartamentos separados en Brooklyn.

“Mi madre me dijo: ‘Te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí, pero me gustaría tener una habitación con ventana’”, dijo Regis riendo.

Ahora, él y Moll pagan 2650 dólares al mes por su propia vivienda en Bedford-Stuyvesant, y Regis paga 3100 dólares al mes para que Danigelis viva a unas manzanas de distancia, en Clinton Hill, en un departamento tipo estudio con portero y una linda ventana grande.

“Al principio me sentí culpable de que viviera sola”, dijo Regis. “Pero también quería cuidar mi relación con mi pareja”.

Dijo que tener más espacio ha sido bueno para todos, hace poco, Moll le llevó la comida a Danigelis y la llevó a arreglarse las uñas. Sin embargo, no es fácil pagar dos alquileres. Cuando se mudaron, Regis tuvo que pedir prestado dinero a un amigo para pagar los dos depósitos y el primer mes de alquiler de ambos lugares, que ya ha devuelto.

“En general, no he podido ahorrar mucho, y me gustaría tener más seguridad”, dijo. “Pero tengo mucha fe en que mi comunidad me ayudará cuando lo necesite”.

Puede que ese momento esté cerca. A Danigelis le diagnosticaron cáncer hace unos meses y ha empezado la quimioterapia; Regis la visita al menos dos horas al día, la acompaña a todas sus citas médicas y la lleva a sus tratamientos todos los miércoles.

Pero sus facturas médicas son otro asunto. Calcula que debe más de 10.000 dólares, incluso después de la cobertura de Medicare. No está seguro de lo que van a hacer a largo plazo, sobre todo porque sus prestaciones del Seguro Social hacen que no pueda optar a Medicaid.

“Buscaremos planes de pago cuando sea necesario”, dijo Regis. “No he firmado nada. Mi trabajo, ante todo, es mantenerla segura y cómoda”.

Sus esfuerzos no pasan desapercibidos para Danigelis. “No puedo pagarle lo que hace por mí”, dijo. “Pero lo quiero y lo aprecio, y estoy orgullosa de él y le estoy agradecida. Así que se lo digo cada vez que puedo”.